El impacto de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) ha sido generalizado, con >500.000 casos diagnosticados en más de 170 países desde que se identificó el virus en enero de 2020. Los datos preliminares se han centrado en manifestaciones respiratorias graves, que se observan predominantemente en adultos, con escasas cifras iniciales sobre la carga de COVID-19 en niños.
Los autores leyeron con interés los hallazgos de Dong et al publicados en Pediatrics de una serie de >2000 niños con sospecha o confirmación de COVID-19. Encontraron que el 4% de los casos confirmados virológicamente tenían infección asintomática, y esta tasa casi con toda seguridad subestima la verdadera tasa de infección asintomática porque es poco probable que muchos niños que son asintomáticos sean testeados.
Entre los niños que eran sintomáticos, el 5% tenía disnea o hipoxemia (un porcentaje sustancialmente menor que el reportado para adultos), y el 0,6% avanzó al síndrome de dificultad respiratoria aguda o a la disfunción multiorgánica (una tasa que también es inferior a la que se observa en los adultos). Los niños en edad preescolar y los lactantes eran más propensos que los niños mayores a tener manifestaciones clínicas graves.
Hay varios puntos destacados de este artículo.
En primer lugar, aunque los niños son menos propensos que los adultos mayores a enfermar gravemente, hay subpoblaciones de niños con un mayor riesgo de enfermedad significativa. Estos datos sobre la gravedad de la enfermedad son coherentes con los datos sobre los coronavirus no COVID-19.
Los autores de un estudio de vigilancia viral en una UCIP en China informaron que el coronavirus se detectó en más niños con síndrome de dificultad respiratoria aguda que el metapneumovirus humano.
Los autores de otro estudio realizado en niños noruegos hospitalizados detectaron coronavirus en el 10% de los niños hospitalizados con infecciones de las vías respiratorias. La edad más joven, la patología pulmonar subyacente y el inmunocompromiso se han asociado con resultados más graves con infecciones por coronavirus no COVID-19 en niños.
En segundo lugar, el riesgo atribuible de enfermedad grave por COVID-19 en niños es difícil de discernir. Estudios previos han revelado que los niños en los que se detectan coronavirus desde el tracto respiratorio pueden tener coinfecciones virales en hasta dos tercios de los casos.
En el estudio de Dong et al no se estandarizaron las pruebas para otros virus, y dos tercios de los casos fueron diagnosticados clínicamente, no se confirmaron virológicamente. Además, los niños sin confirmación virológica tenían más probabilidades de tener una enfermedad grave que los niños de los que se detectó COVID-19, posiblemente porque sus síntomas fueron causados por otros patógenos.
Los niños pueden desempeñar un papel importante en la transmisión viral en la comunidad
En tercer lugar, los niños pueden desempeñar un papel importante en la transmisión viral en la comunidad. Los datos disponibles sugieren que los niños pueden tener más afectación del tracto respiratorio superior (incluyendo el transporte nasofaríngeo) en lugar de la afectación del tracto respiratorio inferior.
También hay evidencia de eliminación viral por las heces durante varias semanas después del diagnóstico, lo que lleva preocupación por la transmisión fecal-oral del virus, particularmente para los bebés y niños que no utilizan aun el inodoro, y la replicación viral en el tracto gastrointestinal.
Le liberación viral prolongada en secreciones nasales y heces tiene implicaciones sustanciales para la propagación comunitaria en los centros de cuidado infantil, en las escuelas y en el hogar.
Además, los coronavirus no COVID-19 son detectables en las secreciones respiratorias en un gran porcentaje de niños sanos, y la medida en que esto también se ve en COVID-19 no está claro. La liberación viral tanto por parte de individuos sintomáticos como asintomáticos, haría menos eficaz el rastreo de contactos y otras medidas de salud pública para mitigar la propagación.
Hemos aprendido mucho sobre COVID-19 en un corto período de tiempo, con abundantes datos epidemiológicos, virológicos y clínicos que se publican. La transmisión de datos sólo ha sido superada por la transmisión del propio virus. Sin embargo, todavía hay mucho que tenemos que aprender sobre el impacto de este virus en los niños, así como el impacto de los niños en la propagación viral.
Aunque aún no se ha notificado la transmisión vertical, muchos de los bebés nacidos de madres infectadas con COVID-19 nacieron quirúrgicamente y rápidamente fueron separados de sus madres. Muchas enfermedades infecciosas afectan más gravemente a las mujeres embarazadas, y las enfermedades respiratorias en la mujer embarazada pueden resultar en consecuencias negativas para el feto.
Los datos sobre el número reproductivo básico del virus (el número de personas a las que una persona infectada transmite el virus) han variado ampliamente y los estudios familiares se pueden utilizar para refinar los datos disponibles sobre la transmisión viral.
La amplia disponibilidad de pruebas permitirá describir con mayor precisión el espectro de la enfermedad y puede dar lugar al ajuste de la aparente tasa de morbilidad y mortalidad a medida que se diagnostican individuos menos enfermos.
Aunque la atención de las pandemias se centra a menudo en el impacto en las personas que utilizan los recursos más altos o en los grupos de edad económicamente productivos, medir rigurosamente el impacto de COVID-19 en los niños será importante para afrontar con precisión la pandemia y garantizar que se asignen los recursos adecuados a los niños que requieren atención.
Muchas enfermedades infecciosas afectan a los niños de manera diferente a los adultos, y la comprensión de esas diferencias puede producir información importante sobre la patogénesis de la enfermedad, guiando el manejo y el desarrollo de terapias. Esto probablemente será cierto para COVID-19, al igual que lo fue para las enfermedades infecciosas más antiguas.
Fuente: Andrea T. Cruz y Steven L. Zeichner Fuente: Pediatrics April 2020, e20200834 COVID-19 in Children: Initial Characterization of the Pediatric Disease