Los bebés quizá desarrollen estas diferencias en el gusto mientras todavía están en el útero, según un nuevo estudio que ofrece las primeras evidencias directas de que los bebés pueden oler y saborear en el útero.
En el estudio, los investigadores alimentaron a 100 mujeres embarazadas una sola cápsula que contenía más o menos 400 miligramos (mg) de zanahoria o 400 mg de col rizada. Se pidió a las mujeres que no consumieran ningún alimento ni bebida con sabor durante más o menos una hora antes de un ultrasonido en 4D.
Veinte minutos después de que las madres comieran las cápsulas de zanahoria o de col rizada, los investigadores del Laboratorio de Investigación Fetal y Neonatal de la Universidad de Durham, en Reino Unido, realizaron los ultrasonidos (o ecografías), y observaron las expresiones faciales de los fetos.
Los bebés cuyas madres habían consumido zanahoria mostraron más respuestas de “cara sonriente”, mientras que los que probaron la col rizada a través de sus madres tuvieron más respuestas de “cara de llanto”, apuntaron los investigadores en un comunicado de prensa de la universidad.
“De verdad fue increíble ver la reacción de los bebés no nacidos a los sabores de col rizada o zanahoria durante los ultrasonidos, y compartir esos momentos con sus padres”, señaló la investigadora principal, Beyza Ustun, investigadora de postgrado del Laboratorio de Investigación Fetal y Neonatal de la Durham.
Las reacciones faciales de los bebés se compararon con las de un grupo de control que no se expusieron a ninguno de los dos sabores.
“Al ver las reacciones faciales de los fetos, podemos dar por sentado que un amplio rango de estímulos químicos pasan de la dieta materna al ambiente fetal”, dijo el coautor del estudio, Benoist Schaal, del Centro Nacional de Investigación Científica y la Universidad de Borgoña, en Francia. “Esto podría tener importantes implicaciones para nuestra comprensión del desarrollo de nuestros receptores de gusto y olor, y la percepción y la memoria relacionadas”.
Se cree que los fetos saborean y huelen al inhalar y tragar líquido amniótico.
La investigación podría conducir a un futuro en que lo que las mujeres embarazadas coman podría influir en las preferencias de sabor de sus bebés tras su nacimiento. Esto podría potencialmente ayudar a establecer unos hábitos de alimentación saludables, según los investigadores.
“Como resultado, pensamos que esta exposición repetitiva a los sabores antes del nacimiento podría ayudar a establecer las preferencias alimenticias tras el nacimiento, lo que podría ser importante cuando se piensa en los mensajes sobre una alimentación saludable y el potencial de evitar que los niños sean ‘quisquillosos para comer’ cuando dejan de tomar leche del seno”, planteó Ustun, y anotó que los estudios anteriores que han sugerido que los bebés pueden saborear y oler en el útero se han basado en los resultados posteriores al nacimiento.
Las mamás del estudio recibieron las ecografías a las 32 y a las 36 semanas del estudio.
“Investigaciones anteriores llevadas a cabo en mi laboratorio han sugerido que los ultrasonidos en 4D son una forma de monitorizar las reacciones fetales, para comprender cómo responden a las conductas de salud de la madre, por ejemplo fumar, y su salud mental, lo que incluye al estrés, la depresión y la ansiedad”, comentó la coautora del estudio, Nadja Reissland, directora del Laboratorio de Investigación Fetal y Neonatal.
“Este último estudio podría tener unas importantes implicaciones para comprender las evidencias más tempranas de las capacidades fetales de percibir y discriminar entre los distintos sabores y olores de los alimentos que sus madres ingieren”, añadió Reissland.
Ahora, los investigadores están estudiando a los mismos bebés tras su nacimiento, para ver si los sabores que experimentaron en el útero afectan a su aceptación de distintos alimentos.
“Se podría plantear que las exposiciones prenatales repetitivas a los sabores podrían conducir a preferencias por esos sabores al experimentarlos tras nacer. En otras palabras, exponer a los fetos a sabores que ‘gustan’ menos, como la col rizada, quizá signifique que se acostumbren a esos sabores”, comentó la coautora del estudio, Jackie Blissett, de la Universidad de Aston en Birmingham, Inglaterra. “El próximo paso es examinar si los fetos muestran menos respuestas ‘negativas’ a estos sabores con el tiempo, lo que resultaría en una mayor aceptación de estos sabores cuando los bebés los prueben por primera vez fuera del útero”.
Los hallazgos se publicaron en la edición del 21 de septiembre de la revista Psychological Science.