Revisar con frecuencia las redes sociales podría afectar al cerebro de los jóvenes

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Los hallazgos se publicaron en la edición en línea del 3 de enero de la revista JAMA Pediatrics. Los participantes que revisaban las redes sociales hasta 15 veces al día cuando tenían 12 años mostraron "diferencias en la forma en que sus cerebros se desarrollaban en los tres años siguientes"

El impacto de las redes sociales en los jóvenes es un tema candente, ya que la mayoría de los niños y adolescentes hacen lo que sus amigos hacen, y a los padres les preocupa fijar unos límites.

Un nuevo estudio examina si revisar de forma frecuente los sitios de redes sociales (Facebook, Instagram y Snapchat) se asocia con cambios en el desarrollo funcional del cerebro en esos adolescentes jóvenes, de alrededor de 12 años.

Los investigadores, de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, usaron unos escáneres cerebrales llamados imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf), y encontraron que actualizar y revisar las redes sociales de forma habitual podría asociarse con cambios en la sensibilidad del cerebro a las recompensas y los castigos sociales, por ejemplo esos “me gusta” y la implicación con los demás en línea.

“Sabemos que la adolescencia es uno de los periodos más importantes de desarrollo del cerebro, en que pasa por más cambios en la reorganización, en segundo lugar solo respecto a lo que vemos en la infancia temprana”, señaló la autora del estudio, Eva Telzer, profesora asociada de psicología y neurociencia. “Es un periodo de verdad dramático de desarrollo del cerebro, en particular en estas regiones cerebrales que responden a las recompensas sociales”.

Las recompensas sociales no se limitan a los sitios de las redes sociales. Pueden ser una retroalimentación positiva cara a cara de parte de los pares, o incluso recibir dinero.

Pero esos me gusta de Facebook también son recompensas sociales.

Otras investigaciones han encontrado que algunos adolescentes usan sus teléfonos celulares casi constantemente, y que revisan sus redes sociales al menos cada hora.

En el estudio de tres años, el equipo de Telzer reclutó a 169 estudiantes de sexto y séptimo cursos de tres escuelas públicas intermedias de la parte rural de Carolina del Norte. Los participantes eran de distintas razas, e incluían a chicos y chicas.

Reportaron con qué frecuencia revisaban las tres plataformas de redes sociales, con una variación de menos de una vez a más de 20 veces al día. Los investigadores utilizaron esta información para crear una escala.

Entonces, los participantes se sometieron a IRMf. Durante estos escáneres, veían una pista de que una retroalimentación social sería una recompensa, un castigo o neutral. Entonces, tenían que presionar rápidamente un botón cuando aparecía un objetivo. En ese momento, los adolescentes recibían una recompensa o un castigo sociales.

“Podemos tomar fotografías de sus cerebros y ver cuáles regiones cerebrales se activan cuando ven estas recompensas sociales y cuáles regiones cerebrales cambian a lo largo de estos tres años en respuesta a la anticipación de la retroalimentación paritaria”, explicó Telzer.

Los participantes que revisaban las redes sociales hasta 15 veces al día cuando tenían 12 años mostraron “diferencias en la forma en que sus cerebros se desarrollaban en los tres años siguientes”, dijo Telzer. “Y es en las áreas específicas del cerebro que detectan la prominencia del ambiente, en respuesta a esas recompensas sociales”. La prominencia se refiere a cuáles elementos atraen más a las personas y en los que enfocarán su atención.

Telzer comentó que esto sugiere que los adolescentes que crecen mientras revisan las redes sociales de manera constante se están volviendo hipersensibles a la retroalimentación paritaria.

“Sus cerebros están respondiendo cada vez más a lo largo de esos años a esa retroalimentación de recompensa social que anticipan”, apuntó Telzer.

Lo que no está claro es qué significa esto para su futuro.

Podría conducir potencialmente a que el cerebro se haga cada vez más sensible a la retroalimentación social, y esto podría continuar en la adultez, dijo Telzer.

Pero los investigadores no han intentado ver si pueden cambiar esta trayectoria.

Si bien los cambios en el cerebro podrían fomentar unas conductas compulsivas o adictivas en las redes sociales, también podrían reflejar una adaptación que ayuda a los adolescentes a orientarse en su mundo, que es cada vez más digital.

“No sabemos si esto es bueno o malo: si el cerebro se está adaptando de una forma que permite a los adolescentes orientarse y responder al mundo en que viven, podría ser algo muy bueno”, enfatizó Telzer. “Si se vuelve compulsivo y adictivo y sustrae de su capacidad de implicarse en su mundo social, podría ser potencialmente inadaptado”.

Planteó que los padres pueden ayudar a sus hijos adolescentes al fomentar actividades que provoquen alegría sin estar en línea, como los deportes, el arte o el voluntariado.

“Es un estudio que da en qué pensar”, aseguró el Dr. Kevin Staley, un neurólogo y jefe del servicio de neurología pediátrica del Hospital General de Massachusetts, en Boston, que revisó los hallazgos. “A todos nos preocupa que el uso compulsivo de las redes sociales altere el desarrollo en la adolescencia”.

Se requeriría más investigación para saber con certeza si las redes sociales cambian al cerebro adolescente, comentó. Por ejemplo, los investigadores podrían ver qué sucede si les quitan los teléfonos a los jóvenes durante seis meses para prevenir las revisiones frecuentes de las redes sociales.

Staley añadió que las IRMf ofrecen un interesante vistazo del cerebro, pero que siguen siendo rudimentarias, dada la complejidad de los circuitos cerebrales.

“Hay muchas cosas distintas que estos circuitos podrían estar haciendo, y no tenemos forma de verlo”, lamentó.

Pero los padres desean saber qué impacto van a tener las redes sociales en sus hijos, y si deberían limitarlas, anotó Staley.

“Este estudio de verdad es un paso temprano en el camino hacia las evidencias que nos darían motivos para actuar de una forma u otra”, aseguró, y añadió que es demasiado pronto para hacer una recomendación basándose en estos hallazgos.

Por ahora, los padres deben usar el sentido común en cuanto a las redes sociales.

“Pienso que refuerza que muchas cosas están cambiando en la adolescencia temprana”, señaló Staley. “Todos tendemos a suprimir toda la angustia que pasamos en ese periodo, pero fue duro por un motivo, porque el cerebro cambia de manera radical para prepararse para la adultez. Y este estudio muestra que esto es algo que podría medirse físicamente”.

Los hallazgos se publicaron en la edición en línea del 3 de enero de la revista JAMA Pediatrics.

FUENTES: Eva Telzer, PhD, associate professor, psychology and neuroscience, University of North Carolina at Chapel Hill; Kevin Staley, MD, neurologist and chief, pediatric neurology service, Massachusetts General Hospital, Boston; JAMA Pediatrics, Jan. 3, 2023, online
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